En la obra de la fotógrafa Liliana Parra, intervenir y componer son dos palabras clave que en la serie que realizó sobre violencia de género exceden la dimensión del papel. Porque busca componer lo que ha sido dañado, porque quiere intervenir poniendo sus imágenes a disposición de campañas y activismos que ayuden a generar conciencia.
Lo no dicho. Texto de Verónica Gago publicado en Página 12.
La mujer como presa. Objeto de caza. Trofeo en su aniquilación. Así lo percibe la fotógrafa argentina Liliana Parra (www.lilianaparra.com.ar) que, desde hace algún tiempo, viene trabajando sobre esta patología violenta. Una investigación que, para ella, se inicia “como miles de preguntas, sin ninguna lógica respuesta”. Esa indagación tiene el fin de producir imágenes que puedan ser reapropiadas y utilizadas por distintos activismos e iniciativas. Las pone a disposición.
En esa búsqueda la serie Pájara muerta compone e interviene (dos verbos clave de la obra de Parra) esa fragilidad amenazada, la sangre que corta el vuelo, la angustia de sentirse sin alas, sin posibilidad de fuga. A partir de un animal lastimado encontrado en su jardín, Parra buscó transmutar esa figura malherida como pájaramujer, mujerpájaro. Con su doble faz: capacidad de altura, de ir más allá y derrumbe evitable pero irreversible. Estas imágenes de Parra –mitad sueño, mitad vigilia– desafían también la lectura unidimensional de la víctima: busca ir más allá al señalar qué se quiere desgarrar de esa mujeralada. Mutilación.
No está en la foto, pero también es una pregunta de la fotógrafa: ¿quién es ese cazador enfermo? No tiene rostro, no tiene señas identificables, puede ser cualquiera. ¿Quién no ha escuchado comentarios de sorpresa ante la cara “de buena persona” de algún golpeador que de un día para otro balbucea explicaciones sexistas por la pantalla? ¿Quién no ha escuchado a familiares del victimario descreer de sus acciones incluso frente al cadáver de su pareja?

